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Foto del escritorKiliara Unia

Capítulo 3: Selvadorada, primera incursión a la Selva


Tras un vuelo que se había hecho más largo de lo que realmente era, llegó a Selvadorada. Al fin. Después de tanto tiempo soñándolo. No importaba que hiciera un día de mierda, que estuviera todo encharcado o que apenas hubiera gente por la calle debido a la lluvia; porque para Leila era un día estupendo por el simple hecho de estar allí.

Nada más llegar fue directa al mercado a degustar alguno de los platos típicos de la tierra. Oh. Por la madre de la cosecha. ¡Qué bueno estaba eso! Porque se moría de ganas de adentrarse en la jungla, que sino podría pasarse las vacaciones enteras sin despegarse de aquel puesto de comidas. Ojalá fuera capaz de hacer algo similar en casa pero, conociéndose, acabaría carbonizado. Aunque puestos a desear casi mejor pedir tener a alguien que cocinara esos platos para ella.

Parece que no era la única turista. Por lo visto había más sims que decidían hacer las vacaciones entre semana porque uno se le acercó a hablarle, aunque quien realmente le interesaba a ella era el rubiales con los enormes joyas en las orejas, Arturo. ¿Sería gay? Bueno, tampoco importaba mucho. Si lo era bien y si no... pues igual conseguía llevarse una experiencia extra de ese viaje. De cualquier forma siempre era bueno hacerse amigo de los lugareños para enterarse de los secretos más sórdidos e interesantes del lugar.

―¿Entonces me recomiendas comprar los cachivaches esos antes de ir a la Selva?

―No son cachivaches. Ya verás que te serán muy útiles. Ya te he dicho que ahí dentro hay cientos de peligros y es mejor ir bien preparado, sobre todo si vas sola.

―Vale, vale. Ahora mismo voy a echar un ojo. Aunque tampoco creo que sea para tanto.

―Ya... Ven a verme a la vuelta a ver si piensas lo mismo. Eso si vuelves, claro. ―Sonrió de tal forma que a Leila no le quedó muy claro si lo decía en serio o solo le estaba tomando el pelo.

De cualquier forma era mejor hacerle caso. Así que se acercó al puesto de ventas más cercano a ver que tenían. No había mucha variedad: unas botellas de agua, algunos sprais y otra cosa que no tenía muy claro para que servía. Lo más útil era, sin duda, el machete. Al final acabó comprando un poco de todo, aunque sin pasarse que tampoco le sobraba el dinero y estaba convencida de que todo aquello no eran más que tonterías para estafar a los turistas.

Listo. Ya lo tenía todo. Ya estaba preparada para adentrarse en la selva. ¿Podía haber un día mejor para ello? Puede. De hecho cualquier dia en que hiciera sol parecía mejor. Pero la lluvia intensificaba los olores de la selva y lo volvía todo más real, más natural, incluso más vívido.

Ya estaba allí. Tan solo un muro de lianas la separaba de la inhóspita jungla y, junto a esta, un enorme cartel amarillo con cientos de advertencias. Ya estaban otra vez con el tema de los suministros y encima mencionaban no se que veneno para infundir más miedo, desde luego que sonaba mucho a estafa para turistas. Pero ella no tenía por qué preocuparse. Aunque fuera verdad estaba segura de que no le pasaría nada. Era toda una aventurera. Esa selva no podría con ella, desde luego.

Un machetazo por aquí, otro machetazo por allá y, uy, adiós machete. Bueno, tampoco importaba, ya había acabado de cortar lianas y tenía el camino despejado. Además, todavía le quedaba uno. ¡Llegó la hora de adentrarse en la selva!

El lugar era precioso. No lejos de allí se veían unas cascadas que uff... le hacían desear haber ido con alguien con quien poder aprovechar bien el arbusto que había allí al lado. Pero no era el caso. Quizá la próxima vez. De momento tenía que conformarse con disfrutar de su tiempo a solas para practicar sus todavía no dotes de arqueóloga. Lo que sí iba a hacer era documentar su paso por la selva con una buena selfi en la cascada. Mucho mejor recuerdo que esas baratijas del mercado, aunque le salieran todas las fotos borrosas.

La aventura no había hecho más que empezar, todavía le quedaba mucho por explorar y varios hallazgos que descubrir. A machetazo limpio continuó abriéndose camino y logró sortear el ataque de unos murciélagos por sus propia destreza física. Si es que al final tenía razón, no necesitaba los cachivaches esos. ¡Y encima había encontrado un plato dorado! Seguro que conseguiría sacar un buen pico con eso. Adiós, trabajo de medio tiempo; adiós, piso aburrido de la zona aburrida de la ciudad; y hola chica aventurera que no va a parar de viajar.

Sin embargo empezaba a anochecer y, aunque no pensaba admitirlo delante de Arturo, quizá la selva si que resultaba un pelín más amenazante a aquellas horas. Además, estaba muerta de hambre. Otra vez. Quizá iba siendo hora de regresar. Para ser su primera incursión en la selva no había estado tan mal, ¿no? Pero antes, otra foto para el recuerdo. Selfiiiiii....

El ambiente en la cantina era genial. Estaba lleno de gente que o bien charlaban con sus amigos, o veían la tele o hasta se ponían a bailar en medio de la sala. Incluso ella se encontró un conocido con quien pasar el rato.


―¿Ya estás por aquí otra vez? ¿Entonces al final no has ido a la selva?

―Claro que he ido.

―¿De verdad? Pues qué poco has durado.

―Lo suficiente para una primera vez.

―¿Entonces no has descubierto los baños omiscanos?

―¿Los qué? A ver, cuéntame más.


Se quedó charlando con él un buen rato, descubriendo algunos de los secretos que escondía ese paraje indómito que tan maravillada la tenía.

CONTINUARÁ...

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1 Comment


Verónica Mendez
Verónica Mendez
Dec 07, 2021

Y que carita de felicidad tiene nuestra chica en Selvadorada... Si es q la q tiene alma aventurera... ❤️❤️

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