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Foto del escritorKiliara Unia

Capítulo 1. Forastero

Actualizado: 18 sept 2021

Hoy era el día. El evento inaugural del verano, una de las pocas cosas emocionantes que podían ocurrir en ese más que aburrido pueblo en el que vivía y, como cada año, había quedado con sus amigos para ser testigo de tan prestigioso, nótese el sarcasmo, acontecimiento. Aunque, como no, iba tarde.


—Anda, Ian, ¿también llegas tarde? No es normal en ti.

—Sí bueno, culpa de mi familia. Un poco más y no me dejan salir.

—¿No me digas que ya lo saben?

—¿Saberlo? Que va, si fuera así estaría encerrado todo el verano. Como mínimo. —Ian rehuía su mirada. Como siempre que hablaba de su familia parecía querer evitar el tema.

—Oye, si necesitas algo ya sabes que aquí me tienes.

—Tampoco es que tú lo tengas fácil, ¿no?

—Puede. Pero no es lo mismo. Aunque a mi madre no le haga gracia la idea tampoco me lo prohíbe. Solo me lo pone más difícil.

Por unos segundos ambos se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro pero atrapados en sus propios pensamientos, dándole vueltas a los problemas familiares, hasta que los dos hablaron al unísono.

—Ojalá tuviera los padres de Janine.

—Ojalá fuera Janine.

Tras esa coincidencia sonrieron. Puede que no compartieran ningún vínculo de sangre, pero con reacciones como aquella Saoirse tenía muy claro porqué consideraba a Ian uno más de la familia. Era su primo. Punto. Por mucho que algunos se esforzaran en negarlo.

—Venga, démonos prisa o alguien se nos enfadará.

Siguieron charlando el resto del camino y pronto divisaron a lo lejos a su amiga, sentada en el banco donde habían quedado y con la nariz pegada a un libro como solía estar siempre.

—Tu qué piensas, ¿se enfadara por que llegamos tarde o por interrumpirle la lectura?

—Pues depende de si está en un punto interesante o no. —Ian observó a la voraz lectora desde la distancia—. Si le interrumpimos el beso de la pareja feliz no nos lo perdonará.

—Cierto. Los beso de sus novelas pastelosas son sagrados.

—¡Ey! ¡Janine! ¿Qué, hay beso o no hay beso?

—Shhhh… —Con un rápido movimiento de mano les indicó que no era el momento.

—Eso es que hay beso —comentó Saoirse en un susurro.

Todavía tuvieron que esperar un par de minutos, por supuesto en absoluto silencio, a que su amiga cerrara el libro con un suspiro de anhelo. Nada le gustaría más que poder vivir uno de esos apasionados romances como los de sus libros, pero sabía que ese tipo de historias no eran para la vida real.

—¿Y bien? ¿Todavía no han llegado? —comentó la impaciente pelirroja casi antes de que pudiera guardar su libro.

—Es evidente que no. ¿No ves que no hay nada delante de la casa? Ni coche, ni maletas, ni mucho menos gente.

—Parece que no somos los únicos en llegar tarde. —La sonrisa tan natural con la que respondió Ian casi consigue derretir el corazón de Janine. Era tan guapo. Sin embargo ella era lo suficientemente inteligente como para reconocer que no había nada que hacer. Él no podría corresponderle nunca. ¿Verdad?

—Claro, ellos pueden permitirse el lujo de llegar cuando quieran. Es lo que tiene estar de vacaciones. —Hasta la propia Saoirse podía darse cuenta de que se había pasado tres pueblos con el tono de sarcasmo, de modo que se apresuró en añadir—: ¿Y de qué creéis que se tratará esta vez?

—Yo digo que serán una pareja de tortolitos que vienen a disfrutar de la belleza y la intimidad del campo.

—Siempre dices lo mismo —rió por el comentario—, ¿Y tú, Ian? ¿Qué opinas?

—Yo apuesto a que será una familia. Ya sabéis, de esas que vienen a ver las vacas porque no han tenido una de cerca en su vida.

—Vale, pues entonces yo me decantaré por el tipo solitario que viene a desconectar del mundo.

Justo en ese preciso instante el potente rugido de un motor se escuchó por el camino que discurría entre los árboles y al volverse pudieron ver un coche oscuro acercarse a la casa junto a la que estaban ellos.

—Mirad. Ahí vienen. Parece que no vamos a tardar mucho en saberlo.

Cuando el vehículo estuvo lo suficientemente cerca lograron ver, por unos segundos, a las personas que había en su interior: un joven de aspecto malhumorado y un adulto demasiado bien vestido para el campo.

Cuando el vehículo estuvo lo suficientemente cerca lograron ver, por unos segundos, a las personas que había en su interior: un joven de aspecto malhumorado y un adulto demasiado bien vestido para el campo.

—¿Lo veis? Dos tipos solitarios. Si es que soy la mejor. —Miró a sus amigos con orgullo, sabiendo que su primo picaría y saltaría pronto a rebatir su engaño.

—Espera, espera, espera. ¿Cómo que dos tipos solitarios? Son claramente un padre y su hijo. Una familia. Gano yo. —Ahí estaba, pensó; no decepcionaba nunca.

—¿Qué? No puedes decir que sean familia solo con verlos. ¿Verdad, Janine?

—A mí no me metáis en vuestros líos.

—Siempre puedes ir a comprobarlo tú misma. Venga va, —La forma en que la miraba le hacía presagiar a Saoirse que estaba a punto de lanzarle un desafío—, si el hombre está casado y la madre no ha venido te cedo la victoria, pero si está divorciado es mía.

—¿Qué? —exclamó ella—. ¿Quieres que vaya a hablar con ellos ahora? Me vas a hacer parecer como una cotilla metomentodo.

—Yo no te hago parecer nada, es lo que eres. ¿Sino por qué hemos quedado hoy aquí?

Janine, por su parte, tenía que hacer esfuerzos por no reírse ante aquella conversación tan absurda. Un logro todavía más difícil cuando la susodicha se levantó para ir a cotillear y poder ganar una apuesta en la que no se jugaban nada, tropezando al instante con sus propios pies y cayendo de culo contra el suelo.

Ignorando las risas de sus amigos, Saoirse se levantó muy dignamente, con la cabeza bien alta, y se dirigió a la pequeña casa de campo donde aquel par de forasteros pasarían el verano. Vio salir a uno de ellos, el más joven, posiblemente de su edad, y adoptó una pose de fingida inocencia apoyándose contra el buzón.

—Buenas tardes. Bienvenidos a Villagallina, acabáis de llegar, ¿verdad?

El chico no respondió. Se quedó mirándola en silencio, observando a su alrededor sin pronunciar una palabra.

—¿Hola? ¿Estás ahí? —Insistió. El tío seguía con la misma cara de haber comido limones agrios, pero al final habló. Aunque hubiera sido mejor que no lo hiciera.

—¿Se puede saber qué quieres? ¿Es que no tienes nada mejor que hacer con tu vida que venir aquí a fisgonear?

Se quedó en blanco, sorprendida, sin articular palabra alguna. Aunque eso solo le duró un instante pues la rabia que sentía enseguida le hizo reaccionar y contraatacar ante aquel ser tan maleducado.

—¿Perdona? ¿Pero tú quien te has creído que eres?

—¿Yo? No soy yo el que lleva vete tú a saber cuánto tiempo esperando en un banco frente a la casa de un desconocido para increparlo nada mas llegue, ¿o te crees que no os he visto a ti y a tus amigos?

—¡Esta ni siquiera es tu casa!

—Lo es mientras dure el verano. Por algo hemos pagado por ella.

—Eso no significa que sea tuya ni te da derecho a comportarte como si fueras el rey del lugar.

—No veo por qué no —comentó con actitud altiva—. Tengo más derecho a estar aquí, dentro de esta propiedad, que tú.

—Eres un idiota, ¿lo sabías?

—Al menos no soy una paleta engreída.

—¿Acabas de llamarme paleta? —Le dio un empujón. No pensaba permitir que nadie la insultara solo por el lugar donde había nacido.

—Tú me has llamado idiota, paleta —dijo empujándola también.

—¡Muy bien, tú te los has buscado! —Con un grito de guerrera invencible se lanzó sobre él dispuesta a hacerle tragar sus palabras.

Al empezar a pegarse sus amigos abandonaron el privilegiado banco desde el que habían estado observando la escena y acudieron corriendo en su ayuda, o a darle una buena paliza al forastero si se atrevía a hacerle un solo rasguño a Saoirse.

—¡Ja! La próxima vez te lo pensarás dos veces antes de insultar a alguien.

Saoirse salió victoriosa. No hizo falta una segunda ronda para salvaguardar su honor. Pero no podía decirse lo mismo de su contrincante, aunque, por suerte, no tenía allí cerca ningún conocido que fuera testigo de su humillación y pudiera restregárselo más tarde. Derrotado por una paleta. No podía caer más bajo.

Después de ese encuentro tan horrible, fueron al bar del pueblo a cenar y a distraerse con unas partidas al billar. Todos se quedaron bien a gusto despotricando sobre el idiota del forastero mientras le contaban el encuentro a Sara, la dueña del bar y aunque Ian siempre había sido un pésimo jugador, eso no le impidió enfrentarse a las dos chicas. Por muy humillante que hubiera sido la derrota valía la pena si con ello conseguía mejorar el humor de su prima.

Estuvieron entretenidos el resto de la tarde y hasta bien entrada la noche, pero llegó un momento en el ya debían irse o lo lamentarían por la mañana, pues, por mucho que el colegio estuviera cerrado, las vacaciones no existían para ellos.



CONTINUARÁ...




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2 comentarios


Yrandsims
Yrandsims
13 sept 2021

Un gran inicio de historia. Veo posibilidades por ahi ya sabes q del odio al amor a un solo paso🤭

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Kiliara Unia
Kiliara Unia
13 sept 2021
Contestando a

😏😏😏 Se llevan peor de lo planeado, lo de la pelea de hecho fue cosa suya, antes de que me diera cuenta ya estaba ahí la nube de polvo. Así que realmente no sé qué pasará con estos dos. 😅

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